Tener sexo con muñecas en lugar de recurrir a prostitutas de carne y hueso, es una práctica común.
A lo largo de la historia Japón se ha caracterizado por mostrar un sofisticado acercamiento a la sexualidad.
Desde la refinada cultura en torno a las geishas hasta los más bizarros hábitos sexuales, los nipones parecen divertirse con la exploración de esta actividad que raya en la frontera de la biología, el arte, la espiritualidad y las filias.
AVANZADO ENTORNO TECNOLÓGICO
Durante las últimas cinco décadas, este país se familiarizó a convivir con un avanzado entorno tecnológico.
En un peculiar fenómeno que fusiona estas dos facetas de la sociedad japonesa, la sexual y la tecnológica, se ha registrado la popularización de prostitutas robotizadas.
Las cuales atienden a cientos de clientes en distintos burdeles ubicados alrededor de la nación asiática.
Así, los servicios de prostitución se han visto inundados de mujeres semi robóticas que satisfacen aún a la más exigente clientela.
LAS MUÑECAS DEL AMOR
Las primeras “muñecas de amor” llegaron a Japón hace aproximadamente treinta años. Originalmente tenían el propósito de ofrecer una oportunidad a personas con ciertas discapacidades de gozar de la sexualidad.
Con el paso de los años, el uso de este tipo de muñecas se fue popularizando entre otros sectores de la población masculina y con el tiempo la demanda por sostener relaciones sexuales con estas robots, comenzó a incrementarse.
Actualmente una tecnochica triple A, es decir, con la “carne” de silicona, el esqueleto de metal, y dotada de decenas de articulaciones que le permitirán un movimiento fluido y flexible, cuesta alrededor de 7,000 dólares.